«Seguir y vivir» – P. Agustín Roberts, abad de Azul
Entrar al monasterio
El ingreso al monasterio es un compromiso público de seguir a Jesucristo. Jesús ama al joven y él quiere seguirlo a Él. Seguirlo al punto de abandonar sus bienes, familia, amigos, proyectos.
Seguir a Jesús
3 tipos de invitación de Jesús:
- Laical: discípulos que acogen a Jesús sin salir de su familia, para impregnar de Evangelio las realidades temporales
- Religioso: 72 discípulos que abandonan bienes y familia para seguir a Jesús. Imitación de la vida de Jesús.
- Clerical: 12 apóstoles, que gracias al sacerdocio ministerial enseñarán y harán lo que hacía Jesús. Son otro Cristo.
Jesús siempre cautiva, purifica, estimula y enseña.
La profesión a lo largo de los siglos
- Orígenes (45-450) Antes casi no había ceremonia, con los hechos bastaba. Tampoco había ritos muy complejos. El rito más antiguo del siglo IV consiste en un cambio de ropa y el compromiso.
- Medievo (450-1450) San Benito además del cambio de ropa y del compromiso oral agrega un documento escrito y firmado. los franciscanos en 1260 agregan la frase “hago voto y prometo”
Todo esto en razón de la fragilidad humana, se requiere algo que obliga al otro cuando es fallezca o se canse. pobreza castidad y obediencia son los mínimos, no los máximos. la vida debe estar totalmente orientada a Cristo. seguir a Jesús pobre Casto y obediente.
Raíces de la vida monástica
“conversatio morun” Remite a la manera de vivir la vocación monástica: la conversión personal en medio de la comunidad orante.
Después de 30 años de vida oculta, Jesús ejerce su Ministerio público. Los apóstoles asumen el celibato voluntario para estar disponibles para el maestro. Cuando Jesús asciende al cielo, los discípulos y apóstoles establecen actividades pastorales.
En la experiencia de los Padres y las Madres del Desierto hay dos modalidades: pequeños grupos de ermitaños que tenían una capilla en común (San Antonio) y grupos medianos-grandes de cenobitas (San Pacomio).
Los monjes buscaban prácticas concretas para purificar el alma y así pasar del vicio a la virtud y de la virtud a la santidad. De este modo la vida es un combate constante contra el mundo, el demonio y la carne. La vida monástica se resumirá en vivir la pobreza, castidad y obediencia bajo un abad y una regla. Los consejos evangélicos se remiten a las enseñanzas de Jesús y su vida.
Compromisos de la conversatio
Hay una variedad de motivos para entrar al monasterio, la más importante es que Jesús llama y exige una total consagración.
Las observancias fundamentales son el apartamento de la sociedad (clausura y silencio), vida de oración (lectio divina, oficio divino, orar en todo momento), austeridad evangélica (vida sencilla, sacrificios, ayunos, vigilias), vida común (comunión en el amor fraterno), trabajo dentro del monasterio.
Más allá de estas observancias fundamentales el espíritu debe ser de continua conversión: pasar de este mundo al Padre, purificando el corazón y transformándose en otro Cristo.
Castidad consagrada
Es evidente la condición se le ve para vivir con intensidad el amor de Cristo y la estabilidad comunitaria. La virginidad es un don de Dios y un anticipo del cielo, pues en la vida eterna no habrá cónyuge.
La castidad se debe vivir en todos los estados de la vida, es un sano ordenamiento de la sexualidad. Los elementos propios de la virginidad consagrada consisten en: no casarse ni pensar en ello, permitir que Dios purifique la efectividad y ordenar las relaciones interpersonales para que la energía afectivo-sexual se exprese correctamente. Pasar del amor físico (sexo) al amor fraterno (amistad) y divino (ágape).
Las amistades exclusivas al involucrar una preocupación por una persona en particular afecta la relación con los otros, por eso se debe consultar con un superior cómo se puede iniciar, continuar o terminar. es más saludable que el monje primero experimente la soledad antes que la amistad fraterna, pues la soledad ayuda a descubrir la sencillez y la alegría de la amistad con Cristo.
Pobreza benedictina
“La pobreza es para el monje y no el monje para la pobreza”
La pobreza consiste en la renuncia pública a la posesión de bienes materiales, a no dar ni recibir cosa alguna sin aprobación del superior.
La pobreza personal radica en que el monje está contento con lo que es despreciado, que Jesús sea su único bien y alegría, que busque primero el Reino de Dios y todo lo demás vendrá por añadidura.
La pobreza comunitaria apunta a un uso correcto de todos los bienes a la mayor gloria de Dios: acoger cordialmente a los pobres y huéspedes.
No deben existir las quejas ni las murmuraciones. No hay razón para preocuparse por el mañana.
La vida monástica no es mendicante. Existe el compromiso de sostener la comunidad con el sudor de la frente. El testimonio monacal no consiste en una vida miserable, sino la imitación de Jesús que reza, trabaja y vive en comunidad.
Obediencia monástica
Cada ser humano ha sido creado para cumplir el plan de Dios. y para ejecutarlo Dios se vale de intermediarios (padres y superiores).
La obediencia cristiana consiste en obedecer al Padre, sin importar lo que cueste, como Jesús. Por eso la experiencia necesaria para la plena comunión redentora con Jesucristo y la Iglesia
Dios pide nuestra entrega a través de la obediencia a otras personas, también limitadas como nosotros. Obedecemos no porque sea más humanamente seguro, sino porque entramos en la corriente de la gracia que nos despoja de nuestro egoísmo.
Los religiosos ofrecen a Dios la entrega total de su voluntad como sacrificio de sí mismos y muestra de plena disponibilidad. Obedecer al superior es justicia, obedecer el inferior es abnegación.
Ciertamente hay que dialogar, sobre todo cuando es un plan con consecuencias relevantes. Exponer el punto de vista con paz, claridad y pureza de corazón. Si el superior insiste en el mandato se debe de ser confiando plenamente en Dios.
Obediencia no es mutilación de la propia personalidad, sino una total disposición para colaborar con toda la mente y el corazón en lo que propone el superior y/o la comunidad.
Estabilidad cenobítica
La estabilidad cenobítica es la estabilidad de vivir en un solo lugar y con el mismo conjunto de personas bajo una abad (en un monasterio) y bajo una provincia y Congregación.
A pesar de que nuestra época presenta una fascinación por los cambios y las novedades, en realidad la certeza de la estabilidad es un bien muy muy valioso.
La perseverancia es la prueba auténtica de que el amor no se marchita a pesar de cierta monotonía.
Se falta a este voto con la deserción o al pedir la exclaustración o movimiento a otro lugar. Por eso es mejor evitar los pensamientos de “un lugar mejor”. Hay que poner todo el esfuerzo para desear y hacer lo mejor aquí y ahora. Evitar el mal ejemplo y el escándalo.
Espiritualidad y profesión
Las promesas explicadas en los 4 puntos anteriores tienen la finalidad de que el monje siga y alcance a Jesús casto, humilde y obediente.
En los últimos años ha habido un encuentro fructífero entre el monacato occidental y otras tradiciones monásticas (orientales). Ello ha llevado a apreciar los métodos físico-mentales para la meditación, a acentuar la hospitalidad monástica y a revalorizar los métodos espirituales propios del monacato cristiano.
La profesión es una consagración de todo el ser. Pero el compromiso va más allá del voto.