«Prolongación de la liturgia de las horas en el trabajo cotidiano» Hno. Ricardo, del monasterio cistercience «Nuestra Señora del Curutarán».
La liturgia de las horas es la acción de gracias y de alabanza a Dios personal/comunitaria por todas las maravillas que contemplamos. Es un ejercicio piadoso, ascético y místico. La puede (y debe) rezar todo cristiano, pero principalmente la rezan los religiosos y sacerdotes.
Alabanza al Padre en Cristo por el Espíritu Santo
Primero Dios nos ofrece la salvación y después el hombre acepta y responde. La Iglesia glorifica al Creador.
La oración es realizada principalmente a través de los salmos -herencia del pueblo judío, hermanos mayores de los cristianos-.
Oración de la Iglesia y de todo el Pueblo de Dios
La liturgia de las horas es oración de todo el pueblo de Dios porque todos pueden rezar y aunque se rece individualmente, se está unido a los demás.
La oración anima la misión activa.
La alabanza aquí en la tierra es un anticipo de la vida eterna.
Alabanza e intercesión
Más allá del tiempo cronológico, se hace presente el tiempo escatológico. La liturgia alimenta la esperanza. Se intercede por los cristianos y por toda la humanidad.
La oración comunitaria es el antídoto al individualismo contemporáneo. Se ora con y por los demás.
Glorificación del tiempo
La liturgia nos ubica entre el tiempo y la eternidad. Es la consagración de toda la vida: oración, trabajo, descanso, relaciones interpersonales. Ilumina el ser y el hacer.
Despierta y mantiene despierta la conciencia de que nuestra existencia está sostenida en Dios. La Iglesia espera la segunda venida del Señor Jesús en todo su poder y gloria.
Las horas litúrgicas
Vigilias (VIGILAR en la madrugada, 2-4 am): tiempo apto para el primer encuentro del día con Dios, apenas el cuerpo se levanta y dispone. En ese momento los sentimientos, pasiones e instintos parecen dormitar. Vigilar arduamente es un combate físico y espiritual.
Laudes (DEDICAR al amanecer, 6 am): la luz va llegando triunfalmente sobre las tinieblas de la muerte y el pecado. El hombre, junto a la Creación, eleva su agradecimiento por la vida y la gracia. Se dedican todas las actividades.
Tercia (PURIFICAR a media mañana, 9 am): se recuerda la hora en que ataron a Jesús a la cruz. Así como el misterio de Pentecostés, se pide que el Espíritu santifique todos nuestros
Sexta (ALEGRAR al medio día, 12 md): se recuerda la hora en que crucificaron a Jesús. Así como el misterio de la Encarnación. Se pide al Espíritu fuerza y constancia alegre,
Nona (ESPERAR a media tarde, 3 pm): se recuerda la hora en que murió Jesús. Se pide al Espíritu que nos de fortaleza y esperanza. Se va dejando el trabajo en las manos del Padre.
Vísperas (PACIFICAR, al atardecer, 6-7 pm): la luz se está yendo, las labores han terminado, todo se agradece. Se pide al Espíritu que nos de la paz.
Completas (AGRADECER, en la noche 8-9 pm): la luz se ha ido. Con la tranquilidad del silencio nocturno, se dispone a descansar. Las velas nos recuerdan que debemos permanecer atentos por la noche.
Así, en pocas horas el fiel cristiano recuerda los acontecimientos salvíficos en la persona de Jesucristo. Los salmos no son solo bellos poemas, sino sobre todo son Palabra de Dios que nos interpelan en nuestra vida personal y comunitaria.
La vida activa no está exenta de contemplación, ni la ida contemplativa está exenta de acción. Cada miembro de la Iglesia está llamado a vivir la contemplación y la acción, de un modo particular; pues estamos llamados a penetrar cada vez más en el misterio de Dios Uno y Trino
Oración y trabajo cotidiano
La oración litúrgica tiene la gracia de tranquilizar y poner en orden el alma. En los 150 salmos encontramos todos los sentimientos y experiencias humanas.
La verdadera oración consiste en ir formando la imagen de Jesucristo en el orante. Toodo debe hacerse por la mayor gloria de Dios y el mayor bien del prójimo.
La liturgia de las horas nos ofrece la oportunidad de armonizar de manera existencial la vida de oración, de trabajo y de vida fraterna.
La repetición de este culto día tras día parece sumergir al creyente en la eternidad. Pero hay que estar muy atentos de no caer en la monotonía y el aburrimiento. Siempre recordar que la Iglesia alaba sin cesar al Señor e intercede por la salvación del mundo.