Resúmenes de las columnas «La disputa por la nación» de Héctor Aguilar Camín, publicadas en 2018.
- La disputa por la nación 1981
Quien haya leído en su momento, 1981, el libro La disputa por la nación , escrito por Carlos Tello Macías y Rolando Cordera, sabrá lo persistente que ha sido la lucha entre dos proyectos de nación que viven en las entrañas históricas de México. (…)
Uno era el proyecto que llamaron neoliberal, que traería consigo “la perspectiva de una acelerada integración global con la sociedad norteamericana”. Su implantación requeriría un “periodo de ajuste” con “mayor marginalidad y polarización”. El segundo proyecto, que llamaron “nacionalista”, implicaría la “reactualización del proyecto cardenista de los años treintas: un vasto programa de reformas económicas y sociales”, destinado a lograr “una efectiva integración económica nacional y una disminución sustancial de la desigualdad y la marginalidad prevalecientes”. (…)
Me admira la actualidad de estas palabras en un momento histórico en que México, luego de haber dado grandes pasos en el rumbo “neoliberal”, parece dispuesto a volver al proyecto nacionalista descrito en aquel libro.
- La disputa por la nación 1988
El año de 1982 fue desastroso para la alternativa “nacionalista”. (…) En los años del primer auge petrolero mexicano (1976-1982) habían crecido extraordinariamente los recursos y los poderes del Estado, que se había expandido en todos los órdenes. La expansión había terminado en un exceso de gasto público que llegó a arrojar un déficit de 16 puntos del PIB en 1982. La respuesta del gobierno al desorden económico consiguiente fue una ampliación todavía mayor del aparato estatal mediante la nacionalización de la banca de ese año.
La herencia para el nuevo gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) fue un estado en quiebra, endeudado hasta la parálisis, y una economía y una sociedad castigadas por graves desequilibrios económicos, inflación, devaluación y bajo crecimiento. El péndulo giró de la expansión estatista a su polo contrario: el de la reducción del Estado y la liberalización de la economía, «la vía neoliberal».
- La disputa por la nación, 1994
Entre 1988 y 1994, Carlos Salinas de Gortari llevó a su mayor grado de implantación el camino “neoliberal”. Salinas liberalizó la economía, privatizó grandes empresas del Estado, como la compañía telefónica, reprivatizó la banca y puso fin al reparto agrario. Salinas negoció, sobre todo, el acuerdo de integración a la economía estadunidense que conocemos como NAFTA o TLCAN. (…) Salinas tuvo una estrategia de inclusión social, el Programa Nacional de Solidaridad, del que apenas se habla hoy. Todo el proyecto se fue al barranco en el año de 1994, con el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, y con la crisis de finanzas públicas de ese año.
La gran crisis económica de aquellos años y el desprestigio político consecuente de sus autores no alteraron, sin embargo, el rumbo elegido de liberalización, retracción del Estado y promoción del mercado. El presidente Zedillo (1994-2000) estabilizó la economía y se abrió a cambios institucionales claves, como la reconstitución de la Suprema Corte, la autonomía del Banco de México y la reforma democrática de 1996, que llevó a la primera alternancia pacífica en el poder de la historia de México, en el año 2000. (…) En esos años quedó clara la debilidad del gobierno federal frente a la diversidad democrática inaugurada con la alternancia. Aquellos gobiernos panistas le regresaron el poder al PRI en el año 2012, luego de haber ejercido, sin pena ni gloria, los gigantescos ingresos del segundo auge petrolero de México, que dejó, entre 2003 y 2013, un ingreso, tan inesperado como inmerecido.
- La disputa por la nación, 2010
En 2010, Rolando Cordera y Carlos Tello Macías hicieron un balance de los logros y las carencias de la vía “neoliberal” adoptada en 1982. (…) Señalaron que dicha política económica no trajo “los resultados que de ella se esperaban: ni en términos de crecimiento económico, ni de empleo formal, ni de bienestar de la población”. Esto, a pesar de que México se convirtió en “un gran exportador de manufacturas, atrajo montos considerables de inversión extranjera, se volvió uno de los tres principales socios comerciales de Estados Unidos y apareció en la escena comercial mundial como un nuevo y atractivo país”.
Cordera y Tello escribieron que el estancamiento político “fue en parte superado mediante una creciente transmisión de fondos federales a los estados, bajo la forma de mayor gasto corriente y con cargo a los excedentes petroleros”. Se logró así “una nueva pax panista, pero con métodos similares y más dispendiosos que los usados por el presidencialismo autoritario priista.” La corrupción rampante de los últimos años, añado yo, tiene en aquella decisión de aceitar la democracia con dinero quizá el más pernicioso de sus mecanismos.
- La disputa por la nación, 2012
Al final de su ensayo de 2010, Rolando Cordera y Carlos Tello Macías plantearon que lo que el país no necesitaba más reformas en el rumbo neoliberal, sino poner la desigualdad y la pobreza como ejes rectores de las decisiones públicas y emprender una “reforma social del Estado”. Pero lo que siguió no fue eso. Inesperadamente para todos, el gobierno priista de Enrique Peña Nieto encontró el mecanismo para darle al camino “neoliberal” sus más ambiciosos cambios desde el TLCAN.
Peña Nieto negoció con las fuerzas de oposición, en el llamado Pacto por México, la aprobación de reformas que habían quedado pendientes y nadie había podido implantar. La más notoria de ellas: abrir el petróleo y la electricidad a la inversión privada, nacional y extranjera: desmontar el monopolio energético del gobierno federal. La siguiente, abrir a la competencia el sector de telecomunicaciones. Otra: una reforma de competencia económica para castigar las prácticas monopólicas y la colusión de competidores. Luego, una reforma educativa que rompió el poder de las fuerzas sindicales sobre la gestión escolar y estableció reglas de mérito y evaluación para el ingreso y la promoción de los maestros. También una de flexibilización laboral, una de regulación financiera y una de recaudación fiscal.
Por la alta inseguridad y corrupción, Peña Nieto se desperdició el crédito que hubieran podido tener por sí mismas las reformas y abrió el espacio para que la vieja “disputa por la nación” se instalara de nuevo, ahora entre la vía “cardenista”, asumida por el viejo rival de las reformas “neoliberales”, Andrés Manuel López Obrador, puntero en la contienda, y sus rivales, Ricardo Anaya y José Antonio Meade.
- La disputa por la nación, 2018
Andrés Manuel López Obrador es el candidato que ha logrado capturar mejor el hartazgo y prometer verosímilmente el cambio radical, la “sacudida”, que exige una porción mayoritaria de los votantes. De ahí su ventaja en las encuestas. Pero López Obrador trae en su programa algo más profundo que una promesa creíble de combate a la corrupción y a la inseguridad. Trae también el regreso a la vía “nacionalista” que Rolando Cordera y Carlos Tello Macías identificaron en 1981 como uno de los polos de la disputa por la nación.
Ha prometido desmontar la reforma energética y cancelar la reforma educativa, y volver a los tiempos en que el Estado era rector de la economía y el presidente rector del Estado. (…) Quizá estamos efectivamente en el vértice de un cambio de época, que augura cualquier cosa menos una transición fácil a la modernización de México.