Introducción
La vida sensitiva
Los seres vivos se diferencian de los inertes en que tienen vida. Esta definición se puede explicitar desde cinco características:
- Automovimiento: vivir es ante todo moverse a uno mismo, como decía Aristóteles “lo vivo es aquello que tiene dentro de sí el principio de su movimiento”.
- Unidad: todos los seres, cada uno, son uno. Se puede dividir lo inerte y no ocurre nada. Pero si dividimos un ser vivo simplemente deja de ser él. Ejemplo: una piedra se divide y sigue habiendo piedra; pero si se divide un perro se muere, incluso los que se reproducen por bipartición originan dos individuos nuevos, diferentes al original.
- Inmanencia: habla de la interioridad de cada viviente, lo que permanece en, lo que se guarda y queda dentro. Todo viviente lleva a cabo actividades cuyo efecto queda dentro del sujeto: nutrición, respiración, crecimiento… El no viviente no tiene interior.
- Autorrealización: lo vivo tiende hacia la plenitud de desarrollo y hacia la muerte, ningún viviente está acabado al nacer, sino que protagoniza un proceso (nacer, crecer, reproducirse y morir) que tiene cierta estructura de proyecto
- Cíclico y armónico: su movimiento se repite, vuelve una y otra vez a empezar, y se va desplegando a base de movimientos repetidos. Por eso se puede hablar del ciclo de la vida, lo cual permite entender a la totalidad de los vivientes del universo como una cierta unidad dotada de sentido. Exagerar esto, o quitarle importancia a una Inteligencia que transcienda ese orden (New Age, ecologismo radical, formas de hinduismo y budismo) tiene serias consecuencias a la hora de comprender el lugar del hombre en el universo.
Después de hablar de estas características y explicaciones, podemos notar que en los seres vivos existe una gradación, una escala sucesiva de perfección, que se podría dividir según los grados de inmanencia. La jerarquía de la escala de la vida, se puede separar en tres grados:
- La vida vegetativa, propia de las plantas y de todos los animales superiores a ellas. Tiene tres funciones principales: la nutrición (lo orgánico pasa a formar parte de la unidad del ser vivo), el crecimiento (aumenta tamaño, guardando la proporción) y la reproducción (originar otro ser vivo de la misma especie).
- La vida sensitiva, que distingue a los animales de las plantas y consiste en tener un que ayuda a realizar las funciones vegetativas mediante la captación de diversos estímulos, los cuales provocan un tipo u otro de respuesta. La captación se realiza mediante la sensibilidad (externa e interna) y la respuesta es el instinto, que es la “tendencia del organismo biológico a sus objetivos más básicos medida por el conocimiento”.
- La vida intelectiva, que es propia del hombre, se distingue porque los seres se mueven ordenados a un fin que ellos mismos se fijan (no se conforma con los fines de la especie), cosa que es imposible de hacerlo sin la razón. También gracias a la razón se distinguen los medios de los fines, lo cual hace que no se den respuestas automáticas a los impulsos. En el hombre, los medios que conducen a fines no vienen dados, sino que hay que encontrarlos.
El comportamiento de los animales está determinado por sus instintos. Por el contrario, en el hombre, el instinto viene a ser “modelado” o desplazado por el aprendizaje. Por eso en el hombre la infancia es tan prolongada, en el hombre el aprendizaje es mucho más importante que el instinto.
El hombre es el único animal capaz de hacer fracasar su vida voluntariamente, del mismo modo que puede llevarla hacia su fin más alto y noble. El hombre es dueño de sus fines. Y en cuanto es dueño de sí, es persona. Lo propiamente humano es la capacidad de darse a sí mismo fines y de elegir los medios para llevarlos a cabo. Y sólo es posible esta elección mediante el conocimiento previo de las posibilidades que tenemos. Por eso se dice que la conducta humana está principiada por el conocimiento intelectual. En el hombre el pensamiento es tan radical y natural como la biología.
La noción de alma, en la tradición aristotélica y en parte de la filosofía analítica, es un concepto puramente biológico, pues designa lo que constituye a un organismo vivo como tal, diferenciándolo de los seres inertes o muertos. Así las plantas y los animales también tienen alma.
El alma no se opone al cuerpo, más bien, el ser vivo tiene dos dimensiones: una materia orgánica y un principio vital que organiza y vivifica esa materia. Ese principio vital es el alma, lo que les hace ser y ser lo que son. El alma es, por tanto, el principio vital de los seres vivos, la forma del cuerpo, la esencia del cuerpo vivo.
Lo intelectual y lo sentimental
La persona
Técnica y mundo humano
La ciencia, los valores y la verdad
Los valores son criterios previos que uno ya tiene formados antes de actuar y se parte de ellos para elegir el fin y los medios más adecuados. Valen por sí mismos y lo demás vale en referencia a ellos. Entre los más importantes, se pueden destacar: la belleza, la utilidad, el poder, la familia, la patria, la tradición, la sabiduría. Cada uno de ellos son modos distintos de concretar la verdad y el bien de los productos y las acciones de los hombres.
Los valores no son un mero conocimiento teórico y por eso no se pueden enseñar y aprender a partir de fórmulas, ecuaciones o discursos técnicos. Los valores se materializan en símbolos, que pueden ser cosas, personas o modelos de conducta. Las cosas se respetan por lo que representan: la bandera nacional, las fotos familiares, la camiseta de un equipo deportivo, la marca de una empresa… Las personas y sus modelos de conducta correspondientes también generan la representación de un valor o de varios valores.
El modelo que realiza un valor se presenta como un héroe. Las personas siempre necesitan tener alguien a quien parecerse, a quien admirar e imitar. Incluso, las que se sienten totalmente autónomas, también están siguiendo un modelo.
El héroe invita y motiva a realizar lo excelente, demuestran que es posible vivir por un ideal y así dar sentido a la existencia, corroboran que vale la pena arriesgar y salir de la rutina para hacer cosas buenas y bellas. Sin embargo, podría parecer imposible llegar a ser o actuar como un héroe. Muchos se acobardan ante el primer sacrificio y dolor, unos ni siquiera se animan a empezar, otros después de un tiempo se aburren y se cansan. Parecería que ser héroe es para pocos, muy pocos.
No obstante, el hombre está llamado a lo grande. No es sólo que quiera, sino que puede desarrollar al máximo sus capacidades, alcanzar es alta cota de humanidad. No es sencillo, pero precisamente “la virtud es la democratización del heroísmo”, la virtud demuestra que con tesón, constancia y empeño se pueden lograr las altas metas. La virtud es un buen hábito, un hábito no es natural sino una adquisición que refuerza la conducta humana y perfecciona al propio hombre. Lo malo es que “la palabra virtud está en peligro de extinción”.
Finalmente, cabe destacar que los modelos han sido y sigue siendo un pilar fundamental en la creación y consolidación de la identidad personal y comunitaria. Los hombres que se constituyen en modelos lo hacen por medio de la narración de su vida sus grandes obras. Contar historias tiene una gran importancia para los individuos y los grupos sociales, incluso más que los discursos teóricos y los conocimientos científicos. El arte narrativo (cuento, novela, drama, cine) tienen una gran influencia porque transmiten modelos y generan modelos de conducta.
La libertad
Relaciones interpersonales
En primer lugar, la persona humana es un ser constitutivamente diálogico, la persona no puede evitar la manifestación de su intimidad. Como analizamos antes, la intimidad se expresa en el cuerpo, el vestido, el lenguaje verbal y no verbal. ¡Simplemente es imposible no comunicar! ¡Es imposible vivir completamente solo! Tenemos una fuerte necesidad de los demás, que va desde el nivel biológico, pasa por lo psicológico y llega a lo espiritual. El hombre solo es débil y desvalido.
Este carácter dialógico es el fundamento de las relaciones interpersonales, en las cuales el “yo” se articula con el “tú” de la manera más profunda. Esta articulación, he deducido, se debe a que compartimos con los demás 3 cosas: la capacidad de pensar, el lenguaje y las ideas adquiridas. De ahí parte la imposibilidad de establecer una comunicación fluida con un animal, con un japonés o con un bebé.
Sin embargo, la articulación con los otros no sólo se da por la inteligencia, sino también por la voluntad. Y el uso más alto de la voluntad es el amor que se puede definir como “el reconocimiento y la afirmación del otro por lo que es en sí mismo”. Así, la voluntad supera la necesidad de compartir las 3 cosas enumeradas anteriormente y por eso se puede amar a un bebé, un japonés o a un perrito. Todo esto en el sentido de que el amor es ayudar a los seres a ser ellos mismos.
Se debe aclarar que todos los actos de la vida humana, de un modo o de otro, tienen que ver con el amor, ya sea porque lo afirman o porque lo niegan. Con respecto a los actos del amor, podemos clasificarlos en 5 categorías: el deseo, la afirmación, la elección, la creación y el don.
Finalmente vemos por qué es vital el amor para el ser humano y para ello hagamos el siguiente razonamiento:
La felicidad es aquello a lo que todos aspiramos, porque es la plenitud.
La felicidad se alcanza cuando se cumple un deseo y no se desea nada más.
La persona desea aquello que lo perfecciona y lo busca con afán porque no lo tiene.
Cuando la persona por fin alcanza lo deseado, la persona se deleita, ¡Goza! ¡Es feliz!
Resumiendo en 5 palabras: ¡EL AMOR NOS DA LA FELICIDAD!
La felicidad es el bien último y máximo al que todos aspiramos. Es lo único que nos hace permanente y plenamente felices es el amor. De esto también se concluyen otras 2 cuestiones: la necesidad que tenemos de ejercitar el amor y que solo en Dios (que es la perfección del amor) podemos alcanzar nuestra plena felicidad.
La felicidad y el sentido de la vida
¿Qué es la felicidad? es sin duda una de las preguntas que todo hombre se hace y se transforma en una pregunta personal ¿cómo puedo ser feliz?
Es una cuestión tan trascendental que de ello depende la desgracia o la realización de una persona, no solo al final de su vida, sino a lo largo de cada momento que conforma su existencia.
Podemos descubrir y detallar dos dimensiones de la felicidad:
- Objetiva: que consiste en la posesión del conjunto de bienes de la vida buena (tener una buena familia, amigos, honor, salud, riqueza moderada, contemplar la verdad y practicar la virtud), los cuales significan par el hombre perfección y plenitud.
- Subjetiva: que consiste en alcanzar aquello que aspiramos. Esta dimensión también hace notar que la felicidad tiene un carácter dual, pues aunque es lo que nos mueve en todas nuestras acciones, nunca la alcanzamos por completo.
Se podría resumir en la siguiente frase: la felicidad es el bien último y máximo al que todos aspiramos, el que dirigen todas nuestras acciones y colma todos nuestros deseos.
Uno podría pensar que el sufrimiento y el dolor es un impedimento para ser feliz. Sin embargo, la felicidad no es un sentimiento, ni un estado; la felicidad es una condición de la persona misma. La persona no está feliz, sino que la persona es feliz. Es algo tan profundo y radical que afecta la propia vida. Por eso una persona puede ser infeliz en medio de riquezas y bienestar, al igual que otra puede ser feliz incluso en el sufrimiento y pobreza.
La felicidad no está en el tener, sino en el ser. Y el modo de ser acorde con la persona es ser con otros, por eso solo en el amor se puede alcanzar la felicidad. “Gran parte de la felicidad radica en tener a quien amar y amarle efectivamente, hasta hacerte feliz”.
Darse a uno mismo es el modo más intenso de amar. Darse exige un destinatario: otra persona, no una cosa, ni una planta, o animal. Pero ¿sólo se puede hacer con respecto a otro ser humano? Inmediatamente nos damos cuenta de varios problemas. Por ejemplo, los humanos somos muy frágiles y volubles, la muerte termina con esa entrega entre las personas, otra persona humana no es suficiente de colmar todas las capacidades del hombre.
Por estas razones el hombre se devuelve a sus interrogantes sobre lo eterno, lo definitivo y lo absoluto. Los clásicos ya lo dijeron: “Dios es la suprema felicidad del hombre”, pues en Él se colman plenamente todos los deseos y anhelos del hombre. “Un vacío infinito sólo puede ser llenado por el Infinito”.
La vida social
Sexualidad, matrimonio y familia
el acto sexual es querido por Dios como el de acto de unión más pleno y total entre un hombre y una mujer en el matrimonio, abierto siempre a la vida. Sin embargo, por el pecado ese gran impulso se ha desordenado.
Lo sexual se ha desvirtuado, se ha trivializado, se ha convertido en un juguete de poco valor. La intimidad corporal y la intimidad de las relaciones sexuales ha salido a exposición pública a través de la difusión en revistas, películas, y páginas en internet, fotografías y videos de hombres y mujeres con poca o ninguna ropa; y peor aún, haciendo el mismo acto sexual.
Por este motivo, lo sexual han perdido su valor y su sentido. Se ha hecho un producto más de consumo (otro elemento que el capitalismo ha incluido en su lógica del mercado). La reducción de la persona a un simple medio es muy evidente y muy triste.
La trivialización del sexo también hace referencia al sexo seguro qué es la actitud de evitar las responsabilidades implícitas de la unión sexual (por ejemplo, la posibilidad de un embarazo). No obstante, esta actitud es denigrante y cobarde porque despoja de sentido al acto sexual y no afrontar con madurez las consecuencias de sus actos.
A pesar de esa actitud dominante, existen jóvenes y adultos que viven una sexualidad más madura, una sexualidad que no se limita a la genitalidad y que por tanto sabe esperar.
Esperar es continuar una relación de respeto y amor a todos y todas, que impulse una preparación perseverante para ser mejor esposo y padre en el futuro.
La complementación mutua genuina de la conyugalidad (cuando varón y mujer se unen en el matrimonio) es la relación sexual, que para ser auténtica debe ser: unitiva (en la cual cada uno se dona libre y amorosamente por completo al otro y se hacen “una sola carne”) y procreadora (abierta a la vida). Si alguna de ellas no se da, el acto no es bueno.
–
- Sustrato del crecimiento: donde se origina la vida humana (a través de la procreación), donde se nace, se habita y se crea la propia biografía, donde se echa raíces y se arraiga.
- Propiedad, territorio y patrimonio: no hay hogar si no hay dueño, no hay hogar si no hay la materialidad del territorio sobre el que uno se posesiona y no se puede construir una nación si no hay un conjunto (grande) de hogares que se relacionen, establezcan una identidad común, sientan orgullo por su territorio y cultura, y esté dispuestos a defenderlo.
- Inmerso en el ciclo de la vida: la vida humana alterna el descanso y el trabajo, en la casa uno se prepara y toma fuerzas para luego ir al trabajo y ganando el sustento con el sudor de la frente se vuelve a casa para compartirlo con la familia, descansar, jugar, entretenerse y tomar fuerzas para el trabajo que seguirá.
- Parte de la intimidad: en él guardamos parte de nuestro yo y es allí donde nos encontramos con nosotros mismos y nos enfrentamos, sin máscaras, a los pensamiento y sentimientos más profundos e inquietantes.
- Clima de amistad: a través del diálogo se comparte mutuamente la intimidad, somos capaces de decir las cosas claras y de escuchar atentamente a los demás. Por eso en la casa lo ideal es el reino de la mistad, donde se acepta a cada uno como es y no por lo que tiene o aparenta tener. En el hogar, también, es donde se debe aprender a resolver las diferencias y conflictos a través del diálogo, no con insultos ni golpes. Precisamente la falta de comunicación origina y empeora los roces en las relaciones familiares.
- Ambiente de formación, cuidado y confianza: es allí donde se toma conciencia de la propia existencia y la de los demás, es allí donde se forma la personalidad, donde se adquieren los buenos y los malos hábitos, donde se aprenden los valores, donde se cuida al niño, al enfermo y al anciano de manera desinteresada, pues no se fija en la utilidad que reporta o reportará, sino en la dignidad que posee por ser persona, además del cariño originado por la relación de consanguinidad y/o amistad.
En segundo lugar, reconocemos que el hogar tiene una importancia capital por todo lo que implican las fines antes mencionados. Pero, para hacerlo más explícito utilizaré 3 frases: “la felicidad humana depende en buena medida de la relación del individuo con su familia”, “la familia es un bien necesario para los pueblos y un fundamento irrenunciable para la sociedad”, “un hombre viaja alrededor del mundo para buscar lo que necesita y vuelve al hogar para encontrarlo”.
Ahora, para la construcción de un nuevo hogar requiere la entrega amorosa total y única entre un hombre y una mujer. Todo ser humano proviene de un hombre y una mujer. Todos tenemos padre y madre. Y para para crecer protegido y feliz se requiere del calor y la seguridad de una familia. El matrimonio es el fundamento de la familia y los hijos que provienen de esa unión también tienen el derecho y el deber de mantener un hogar en paz. “Construir un hogar, mantenerlo y cuidar a las personas que hay en él, es más rico y profundamente humano que trabajar y transformar el medio”.
Finalmente, con respecto a los efectos, me refiero a las consecuencias jurídicas, organizativas y sociales que se originan de la grandísima importancia de la familia, del hogar. Por ejemplo, la legislación internacional y nacional debe velar porque cada individuo tenga un hogar y que éste se proteja de todo lo que lo quiera dañar o destruir. La misma Declaración Universal de Derechos Humanos establece que “la familia es el elemento fundamental y natural de la sociedad y tiene derecho a la protección del Estado y la misma sociedad”.
Sin embargo, hay algunas posturas y corrientes que intentan y de hecho dañan a los hogares y por ende a los individuos y a la sociedad en su conjunto. Me centraré específicamente en dos: el machismo y el feminismo, los cuales ciertamente son extremos opuestos, pero tienen un punto común: proclaman la independencia del varón o la mujer respecto a las tareas que les impone la construcción y mantenimiento de un buen hogar. Su intento por lograr una mayor equidad en el acceso a oportunidad es muy bueno; sin embargo, las actitudes machistas y feministas conciben al varón o a la mujer como sujetos “emancipados” que se deben dedican afanosa y exclusivamente a su autorrealización individual dejando totalmente de lado la relación dialógica y amoroso entre los esposos y para con los hijos.