Horizonte vertical

Resumen y comentarios personales en cursiva del libro «Horizonte vertical» de Ramón Lucas Lucas.

Tabla de contenidos

Interpretaciones materialistas del hombre

El hombre es un ser finito, pero capaz de trascender los límites espacio-temporales y a sí mismo. El materialismo es una perspectiva antigua, pero vigente, que reduce al hombre a su aspecto físico-corporal y a todos los seres a la materia.

Feuerbach: el hombre es dios para el hombre

Ludwing Feuerbach -filósofo alemán de la “izquierda hegeliana”- dice que el hombre es el Dios para el hombre.  Considera a Dios y a la religión como una mera ilusión antropomorfa, para demostrarlo, afirma que es sólo un ser sensible es real y como Dios no es tangible ni medible, entonces no existe realmente. En un afán de liberar al hombre de toda regla él expresa “niego a Dios para afirmar al hombre”. Así, el hombre es principio y fin de la religión. El género humano es el único ser absoluto, perfecto, infinito e ilimitado. De esta manera el hombre creó a dios a su imagen y semejanza.

Marx: inmanencia absoluta del hombre

Para Karl Marx -filósofo alemán quien ideó el socialismo científico- la esencia del hombre es la praxis (el trabajo) con ello transforma su ser y la naturaleza. Influenciado por Feuerbach y por Hegel, sustituye al espíritu por la materia como la única realidad que se realiza en la historia, la cual avanza a través de la lucha dialéctica de clases y la transformación violenta de la infraestructura socioeconómica.

Existe una relación de mutua transformación entre el hombre y la naturaleza, esa relación es el trabajo, que tiene un carácter de auto creación. Si el fruto del trabajo no se otorga a la persona que trabajó, se da una alienación: primero económicamente (por la explotación) y después religiosamente (pues la religión se considera el opio del pueblo que sólo da consuelo ilusorio).

El comunismo se propone el restablecimiento del equilibrio entre hombre y la naturaleza, a través de la superación de todo alienación económica y religiosa.

Freud: materialismo psicoanalítico

Sigmund Freud -psiquiatra alemán fundador del método psicoanalítico- considera todo el proceso psíquico como reflejo de factores materiales ligados a la corporeidad, en especial a la libido sexual que ha sido censurada y reprimida.

Freud hace un análisis de la persona de manera tripartita: 1) el Yo (sede del mundo empírico), 2) el Ello (donde nacen de los impulsos instintivos) y 3) el Super Yo (sede del inconsciente, que busca liberarse de las normas y liberarse expresándose a través de los sueños, el arte, la filosofía y la religión. Para Freud, la esperanza sin fundamento en el más allá es lo que va a compensar las represiones que se dan en esta vida. Reduce al hombre al instinto, sin Dios ni trascendencia.

Camus: materialismo humanista

El objetivo de Albert Camus -filósofo francés existencialista- es lograr la felicidad de manera sensible, sin trascendencia y que se logra en el acuerdo entre el ser y el modo de vida que lleva. Ni siquiera se plantea la Verdad y el Bien como valores absolutos orientadores, sólo piensa en lo relativo y momentáneo. Pero, le interesa profundamente el sentido de su existencia.

Se pregunta ¿vale el sinsentido y el absurdo?

Y responde de tres maneras: 1) “Mito de Sísifo” (el dichoso hedonista despreocupado), 2) Suicidio físico (es paradójico porque confirma que la vida tiene sentido) o espiritual (abandonarse en la religión a un absoluto incognoscible), 3) Rebelión (rechazo de la fe, afirmación de la razón que plantea preguntas y exige respuestas).
Camus hace un llamado a la santidad sin Dios, siendo buenos y correctos, solidarios y comprometidos con el aquí y el ahora (expresa que uno debe tener vergüenza de ser feliz solo); no resignados al mal y al sufrimiento como los cristianos (“el cristianismo es la religión de la injusticia”, ese Dios es inútil e incluso nocivo).

Sartre: materialismo existencialista

Jean Paul Sartre -filósofo francés existencialista- identifica equívocamente el existencialismo con el ateísmo. El problema decisivo no es Dios, sino la imposibilidad de conciliar su existencia activa con la libertad humana, que para Sartre es la misma esencia humana y única fuente de la moralidad. El hombre está condenado a elegir. Pero en la libertad puede brotar la nada, porque puede decir ¡NO!  Sin Dios, ni valores aplica perfectamente la frase de Dostoievski “si Dios no existe todo está permitido”. Sartre reniega abiertamente lo que se le manifiesta con evidencia, pues expresa “aunque existiera Dios nada cambiaría”. Defiende a capa y espada la autonomía y la emancipación.

Materialismo práctico: “vivir como si Dios no existiera”

Este materialismo con todo tipo de regímenes de todos colores con sistema capitalista en donde el capital prevalece sobre el individuo. No se niega la existencia de Dios, sino que se “vive como si Dios no existiera”. La existencia humana se mide conforme a bienes materiales, su producción y consumo. Valora a la persona por lo que tiene y no por lo que es. Favorece el relativismo y el indiferentismo.

Más allá del materialismo

El propósito de todos los materialismos es negar la parte espiritual del hombre. Resultan insuficientes, pues aunque tiene algo de verdad, hay muchos errores. Algunos análisis son correctos, pero sus soluciones no, pues absolutizan una sola dimensión del hombre y todos los seres: la dimensión material. Sobre eso construyen cosmovisiones, sistemas económicos y políticos que prescinden de Dios y de toda trascendencia.

El cientificismo tecnicista y el “terrorismo de los laboratorios”

La ciencia ciertamente ha traído progreso y soluciones a muchos problemas. Eso hay que valorarlo. Pero es inadmisible que tras la llamada “ciencia” se escondan posturas ideológicas que intenten afirmar o validar errores.

Se piensa que sólo la ciencia empírica es conocimiento; por tanto, sólo la tangible o cuantificable es real. Así, todo se puede y se debe explicar de la ciencia experimental. De hecho, hay una pretensión de cientificidad, que llega a rechazar la estética, la ética, la filosofía y la religión. La confrontación entre ciencia y fe es un falso dilema, pues son dos modos necesarios y complementarios para comprender la realidad entera.

El ateísmo y el inmanentismo antropológico

No hay apertura a Dios ni a la trascendencia. Toda la reflexión se hace entorno al nuevo absoluto: el hombre, amo de la realidad y centro de todo. Dios queda reducido a un ídolo (hechura humana). Pero negar a Dios es negar al hombre, pues sin Dios tampoco hay ley trascendente y fundante.

El ateísmo y el anti cristianismo es un fenómeno occidental, propiamente europeo. Y la evidencia demuestra que cuando el hombre niega a Dios ha quedado más manipulable (totalitarismos fascistas y comunistas). La democracia fácilmente degenera en el totalitarismo, ya que cuando el hombre es privado de identidad y orientación, queda vulnerable a ser víctima de cualquier ideología.

Además, en los estilos de vida se refleja el materialismo, considerando al hombre como un consumidor y un mismo objeto de consumo. No le interesa su identidad personal. El progresivo consumismo es una verdadera exaltación del libertinaje. Se piensa en libertad como vivir sin reglas y haciendo lo que viene en gana; resultado esto más bien una esclavización de los instintos y los caprichos personales que intenta asemejarse a los estándares de consumo del entorno social.

Si no se reconoce la verdad, triunfa la fuerza y cada uno hace todo lo posible por dominar. La única alternativa es el retorno del hombre sobre sí mismo de afirmar su dignidad personal.

¿Autonomía del hombre o dependencia de Dios?

El materialismo no puede conciliar la libertad humana y la divina pues considera absolutas a las dos. Sin embargo, la libertad humana es finita porque el hombre es una criatura y experimenta todos los días su limitación.

Someterse a otra libertad finita es esclavitud, pero someterse a la Libertad (que es fundamento y principio del ser) es la única manera de realizarse plenamente alcanzando la felicidad a través del amor. Somos “criaturas”, no “hechuras”. Dios no necesita de nosotros, el da el ser libremente y por amor.

El hombre libre no es objeto instrumental para los demás, ni para Dios; él es autónomo y responsable de sus actos. Pero no tiene una autonomía total porque no es causa de sí mismo, ni fuente primera de la ley.

Nuestra autonomía es expresión de una teonomía, ello implica dependencia de un sujeto superior, que no destruye nuestra autonomía, sino que es su fundamento. Somos libres, pero no somos la Libertad. Y nunca somos tan libres, sino en la imitación y adhesión a esa Libertad. La tragedia más grande es el pecado pues el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios es bueno, actúa egoístamente oponiéndose a Dios.

El hombre ateo, agnóstico o apóstata se podría haber disminuido y humillado por la trascendencia divina; pero esto sólo es una percepción subjetiva no la realidad objetiva. Aunque lo nieguen, Dios no ha desaparecido ni desaparecerá jamás.

El sentido y significado de la existencia humana

¿Vale la pena vivir? ¿Tiene sentido la vida? Los materialistas no se abren a una realidad trascendente porque ello los alienaría y confrontaría. Nosotros preguntamos porque queremos una existencia llena de sentido.

“Tener sentido” y “dar sentido” a la vida humana

“Tener sentido” hace referencia a la inteligibilidad de la existencia, intrínseca a las estructuras de la vida humana por su inteligencia y voluntad constitutivas. Sin embargo, el sufrimiento y la muerte ponen en crisis esa inteligibilidad. En la vida está implícita la muerte, de hecho, ésta le da el atractivo a aquella.

“Dar sentido” hace referencia a la finalidad de la vida, hay que “encontrar”, “descubrir”, “dar” continuamente un sentido a la propia existencia. Toda vida tiene sentido, aunque sea difícil hay que dárselo. Algunos optan por el suicidio, pero esto confirma que la vida tiene algún sentido.

La crisis de sentido es una consecuencia directa de la disociación de la dimensión horizontal y vertical del ser humano. Se dan posturas muy comunes: el nihilismo (rechaza todo fundamento de verdad objetiva y niega la posibilidad de un sentido) y el relativismo (niega la existencia de una verdad absoluta, entonces cada uno hace lo que le parece).

Sufrimiento y sentido de la vida

Este es uno de los temas más complejos y controvertidos del ser humano

¿Cómo dar sentido al sufrimiento?

El dolor es lo más universal (pues todos sufren) y lo más íntimo (pues lo sufro yo). Ante el sufrimiento (físico o moral) lo primero es intentar suavizarlo y, si se puede, eliminarlo. Aunque del mal se pueda sacar un bien, el mal continúa siendo un mal. No es necesario el sufrimiento para hallarle el sentido a la vida, pero aún el él se puede encontrar. Pero ¿cómo encontrarlo!

Depende mucho de la actitud del sujeto. El primer paso es aceptar el dolor, vivirlo y superarlo valientemente ayudado de los amigos, los familiares y las creencias personales.

El sufrimiento nos hace sentir reales y luchar por mantener nuestra vida, nuestra identidad y nuestra dignidad. El dolor nos hace experimentar nuestra finitud y limitación, pero es donde se encuentra la posibilidad suprema de autoconciencia y autorrealización.

Sufrimiento, cristianismo y compromiso temporal

La pregunta que muchos nos hacemos es ¿porque Dios calla ante tanto sufrimiento?

Primero cabe destacar que el hombre es el único ser que es capaz de saber que sabe y se cuestiona sobre la causa y la finalidad del dolor. Se pregunta: Si se supone que Dios existe (es bueno y omnipotente), ¿porque existe el mal? ¿por qué no hace nada?

Y ante esa pregunta no hay respuesta desde las ciencias experimentales y tampoco lo hay desde la Filosofía. Muchos se quedan en la contradicción mortificante de quedarse en lo racional. Otros aceptan el paso a la fe, que da una explicación.

La fe cristiana responde al problema. La respuesta es que Dios permite el mal no para obtener un bien, sino para defender la libertad humana y los valores que de ella dependen.

Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, por tanto, con inteligencia y libertad. Dios respeta la libertad de manera suprema. No interfiere en las decisiones que tomamos. Por eso somos merecedores de mérito cuando hacemos el bien, pero también merecedores de castigo cuando hacemos el mal. Dios nos da la libertad para que elijamos el bien, pero si llegamos a hacer el mal, tenemos la libertad para arrepentirnos, pedir perdón (o perdonar), reparar el daño y no volverlo a hacer.

El cristiano se esfuerza por construir un mundo más justo. No huye ante las situaciones de dolor, sino que se acerca y atiende. Sin embargo, no pone sus esperanzas en sus propias fuerzas, sino que confía en Dios y ora. Al cristiano le debe importar aliviar el sufrimiento de su hermano, pues en el más allá recibirá conforme a lo hecho en el más acá.

Dimensión vertical y espiritualidad del ser humano

¿La dimensión espiritual es un consecutivo esencial del hombre o un mero accidente?

Es consecutiva porque en el hombre existe una tendencia a la trascendencia. El hombre sobrepasa sus límites. Esto no presupone la existencia de Dios, sino que es prueba inequívoca de ello. Para eso nos remontaremos a la cuestión biológica, racional y volitiva del hombre.

Insuficiencia biológica y espiritualidad del hombre

El hombre no se satisface con lo que ha alcanzado. Tiende a algo diferente de sí mismo. Es necesario analizar entonces la estructura ontológica y el objeto último de esta tendencia.

El hombre se presenta como un ser insuficiente, que requiere una instancia suprabiológica para explicar su supervivencia y superioridad: la racionalidad. El ser humano es un ser carencial: no tiene cuerpo especializado, necesita mucho cuidado, tiene mucho de menos intentes y por eso da espacio a la libertad.

El hombre es persona porque su cuerpo es capaz de conformarse con el espíritu. Esto es lo que constituye al hombre como un ser radicalmente diferente a los animales.

La naturaleza del pensamiento humano, prueba del espiritualidad

El objeto de la inteligencia es la esencia de la cosa abstracta y universal. Por el contrario, la sensación capta la cosa material concreta. El concepto parte de la materia, pero la supera. La inteligencia depende extrínsecamente de la sensibilidad, pero no intrínsecamente.

Si el pensamiento es espiritual, también debe serlo la facultad que lo permite, osea, la inteligencia. Y si la facultad que lo permite es espiritual, también la esencia es espiritual.

El ser humano no es un ente más entre los demás. Él tiene la capacidad de abstracción, de formar juicios y conceptos universales a partir de la particular, en ello manifiesta su apertura a la infinitud del ser.

El ser en cuanto ser se realiza en el horizonte del ser ilimitado. Por tanto, se concluye el hombre está constitutivamente abierto a Dios.

La naturaleza de la voluntad libre, muestra y requiere la espiritualidad del hombre

El objeto propio de la voluntad es el bien que es presentado por la inteligencia. La voluntad decide en el horizonte del bien en cuanto bien.

Para amar se tiene que ser libre, no se puede amar a otra persona estando obligado. Todos necesitamos amar y ser amado, es el único modo de ser felices. La naturaleza del amor consiste perfeccionamiento de la persona amada.

La apertura del hombre a Dios es la constitución fundamental del hombre

El pensamiento y la acción libre son actos de dos facultades humanas: de la inteligencia y la voluntad, las cuales están ligadas intrínsecamente a la esencia humana.

La apertura a Dios (ilimitación del ser, la verdad y el bien) es parte de la constitución fundamental de la persona humana. Algunos lo quieren negar y destruir, pero todos los intentos por hacerlo, han resultado un fracaso.

El hombre es auténtico en la medida en que realiza su relación con Dios, la cual es única, libre, singular, concreta. El hombre es un espíritu encargado y debe integrar en su desarrollo todas sus dimensiones.

Dimensión religiosa del hombre

El hombre es un misterio. Dios es un misterio. Pero no se necesita comprender absolutamente todo para vivir plenamente.

Más allá de interpretaciones insuficientes

Según la interpretación materialista la religión es algo accidental, una cosa inventada e incluso una creencia nociva. Algunos han reducido la religión a un conocimiento racional de Dios (que pretende explicar al mundo y al hombre) o a una práctica moral (cumplimiento de ciertos mandamientos). Otros hacen referencia a la religión como una proyección psicológica de los deseos del hombre.

En todas estas posiciones se niega a Dios y se niega la existencia de una relación con Él. Si se reconoce que lo importante es la relación personal con Él, las formas externas (ritos, cultos instituciones) quedan en segundo plano. Lo esencial de la religión es la relación con Dios. Los grandes genios científicos-artísticos demuestran que no es irracional, los mártires demuestran que no es debilidad y los santos demuestran que no es enfermedad.

La dimensión religiosa es constitución esencial del hombre

La relación de los hombres y los pueblos con Dios se ve en toda la acción humana, desde la aparición de los primeros homínidos hasta hoy, a pesar de que lo nieguen los materialistas.

La dimensión religiosa solo se encuentra en el hombre. Todas las culturas y las mejores expresiones culturales se remiten a Dios. El ateo puede huir de Dios, pero no puede eliminarlo, porque simplemente no se puede. En realidad, no es difícil descubrir a Dios, sino querer ocultarlo.

La estructura ontológica del hombre remite a Dios; no es una super estructura que se le impone, si no que está en su estructura más íntima. Por eso el hombre tiene una continua inquietud e insatisfacción existencial. El hombre está en permanente búsqueda. No claudica ante las dificultades, sigue adelante con esperanza. Y su corazón no reposará hasta que descanse en Dios: verdad total, bien consumado, belleza suprema y amor perfecto.

La dimensión religiosa como constitutiva del hombre es condición del mensaje cristiano porque la Buena Nueva es universal para toda la humanidad y particular para cada persona.

Dimensión moral del hombre

La dimensión moral es constitutiva esencial del hombre

El valor moral es el valor según el cual el hombre es él mismo.

Todo lo conforme con ello es moralmente bueno y viceversa.

Fundamento próximo y fundamento último de la moralidad

Fundamento próximo: la dignidad de la persona humana.

Son los valores fundamentales que, en un esfuerzo grande y conjunto, se redactaron y suscribieron por los países de la ONU en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Por tanto, hay formas válidas de ética que ha sido formulada y practicada sin ninguna referencia a la religión (sin Dios ni trascendencia). La altísima dignidad del ser humano obliga a valorar su existencia y a obrar sin causarle daño.

Fundamento último: Dios.

La existencia de Dios no niega lo anterior, sino que lo presupone, confirma y significa plenamente (así se integra nuestra autonomía en una teonomía -que no es heteronomía-). Para detallar este fundamento último, remitiremos a la frase de Carlo Maria Martini: “¿Cómo se puede decir, prescindiendo de un Absoluto, que ciertas acciones no se pueden hacer de ningún modo y otras se deben hacer cueste lo que cueste?»

Nadie puede imponer nada de forma absoluta a la conciencia, excepto el ser del cual depende absolutamente el hombre. La moral no necesita de la fe, pero la fe sí necesita de la moral.

Relación entre ambos fundamentos

El hombre es un absoluto relativo; porque no lo es por sí mismo, sino participando del Absoluto Absoluto. El conocimiento y la aceptación de Dios no es necesaria para la moral, pero ésta en cuanto tal está fundada necesariamente en Dios. Hacer el bien se traduce en amar a Dios. hacer el mal se traduce en ofender a Dios.

La libertad del hombre se encuentra con la voluntad de Dios y está llamadas a compenetrarse con ella: libre obediencia del hombre y gratuita benevolencia de Dios. «Dios no impone al hombre desde el exterior una ley que no sea ya su ley».

Historicidad humana, verdad y relativismo

El hombre es un ser en el mundo y el ejercicio de su libertad se inserta en la dimensión histórica.

La historia no sólo es el transcurrir del tiempo, sino de asumir el pasado para vivir el presente contexto histórico, cultural, religioso, político y económico, en vistas al futuro

Dos interpretaciones erradas de la historicidad humana: objetivista y relativista

La objetivista se centra en el tiempo físico como una sucesión de instantes fugaces y transitorios. No toma una posición moral sobre los valores. La relativista considera que el hombre no tiene naturaleza, sino únicamente historia, al punto de que la verdad y los valores sólo tienen vigencia temporal y no permanente.

La postura auténtica de la historicidad humana considera la existencia como una tarea a realizar en el tiempo. La vida humana es la realización del proyecto (que Dios quiere y va indicando).
La interrelación entre las vidas y los proyectos de las personas es lo produce la historia humana. La historicidad implica la cultura. La cultura es el fruto (acumulado) de la acción y el pensamiento del hombre. El núcleo de la cultura es el conjunto de valores y antivalores que vive y transmite una sociedad. El hombre se “naturaliza” cuando “humaniza” (transforma) la naturaleza.

Se podría decir que el hombre tiene naturaleza –“es determinado”-, pero tiene una naturaleza abierta -“es indeterminado”-. Y esta “naturaleza abierta” (determinada indeterminación) se debe a su libertad.

Para que haya moralidad se requiere que haya libertad. Sin embargo, cuando la libertad se queda como única condición moral, entonces se identifica equívocamente un acto libre con un acto bueno. La libertad implica asumir la responsabilidad del actuar sin coacción.

Entonces, ¡el hombre es simultáneamente esencia y existencia, naturaleza e historia, determinación y apertura!

Verdad, relativismo, democracia, tolerancia

Hay una aparente contradicción entre la verdad objetiva y la democracia (pluralismo de ideas con igual de derecho de expresión). No obstante, no hay contradicción, sino tensión.

Hay que aclarar que todas las personas valen lo mismo porque tienen igual dignidad y las ideas gozan de “derecho de expresión” por sus titulares. No obstante, no todas las ideas valen lo mismo (verdades > medias verdades > mentiras).

A pesar de que hoy en día los “predicadores de la tolerancia” acusan de “retrógrados” a quienes sostienen y difunden la verdad objetiva; en realidad, en un ambiente democrático y auténticamente tolerante se debe respetar a todas las personas y todas las ideas.

Quienes buscamos y sostenemos la verdad objetiva no queremos condenar a persona alguna, sino rechazar el error. Afirmar la verdad ≠ Ser intolerante.

Una democracia relativista es:

  • Contradictoria: porque afirma absolutamente que no existe verdad absoluta (“si ninguna afirmación es verdadera, tampoco es verdadera esta afirmación”).
  • Falsa: porque si no se acepta valor absoluto, no tienen valor fundante los Derechos Humanos que tanto se proclaman.
  • Aisladora: porque si no hay verdad, entonces ¿qué sentido tiene dialogar? No vamos a llegar a acuerdo alguno.

El hombre, el mundo, los animales, la ecología

La especial posición biológica del hombre en la naturaleza

Biológicamente el hombre es un ser insuficiente y carencial. Su vida es constante interacción con los demás humanos y con la naturaleza (plantas, animales, minerales, climas).

Pero el hombre difiere sustancialmente de los animales porque posee un cuerpo capaz de ser informado por un espíritu, gracias a su espíritu transforma sus límites en posibilidades.

El instinto animal y la inteligencia humana

El instinto animal (que también está presente en los humanos) es una determinada respuesta sensible a un estímulo sensible. El animal y algunos seres humanos se quedan en esa respuesta automática (si tiene hambre, come; si tiene sueño, duerme; si está en celo, se aparea). Sin embargo, el ser humano se puede crear otras respuestas porque se pone a sí mismo otros fines.

Algunos hablan de inteligencia animal cuando ven que ciertas especies se comunican entre sí, trabajan conjuntamente e incluso tienen “técnicas” de “trabajo, diversión y cortejo”. No obstante, el animal repite una técnica heredada y el hombre puede crear cada vez técnicas distintas y se puede adelantar a los problemas. La inteligencia humana es capaz de hacer abstracciones y razonamientos, imposibles para un animal.

El “lenguaje animal” es instintivo, situacional, icónico (relación directa signo-significado) y por tanto limitado. Un mono le puede decir a otro: “Cuidado, viene un jaguar”. En cambio, el lenguaje humano es cultural, simbólico, dígito (múltiples relaciones signo-significado) y por ello ilimitado. Por ello un hombre le puede decir a otro: “El jaguar será nuestro dios protector”.

La inteligencia humana es la que le puede dar sentido a la vida (incluso al sufrimiento) y la única capaz de vislumbrar a Dios, construirle obras magnas y dar la vida por Él. Es imposible para un animal darle sentido a su existencia o creer en algún dios.

El hombre trasciende la naturaleza y se coloca teleológicamente en el centro de la naturaleza

El universo está ordenado teleológicamente (la realidad inferior está orientada a una superior) y dado que el hombre es un fin en sí mismo, entonces TODA la creación está por y para el hombre.
Ningún ser material es un fin en sí mismo. Sólo el hombre, que es una dualidad material-espiritual, es un fin en sí mismo. Esto lo hace responsable no sólo de sí mismo, sino de toda la creación.

El hombre no debe ser un dictador explotador de la naturaleza, sino un prudente administrador de los recursos naturales. La explotación económica de los recursos debe ser siempre de forma racional, con perspectiva de cuidado y regeneración, no de destrucción y abandono.

¿Derechos de la naturaleza y de los animales?

El ecologismo al ser biocéntrico (no antropocéntrico) considera que el ser humano es una especie más entre las miles que habitan este planeta. De hecho, algunos consideran al hombre como una amenaza para la vida en la Tierra. Y por eso el ecologismo radical aboga por los “derechos de la naturaleza”, incluyendo “derechos de los animales”, “derechos de las plantas”, “derechos de los ríos”, etc.

Pero la naturaleza (animales, plantas y ríos) no puede ser sujeto de derechos. Quien puede ser sujeto de derechos es una persona. Quien tiene derechos, también tiene responsabilidades (deberes) por las que debe dar la cara. ¿Y acaso han metido un león a la cárcel por matar a una persona?

Quien tiene derechos es el ser humano y en ese sentido, también tiene derecho a un ambiente saludable y no contaminado.

La experimentación animal es un tema muy sensible. Desde la antigüedad se han utilizado animales para probar si ciertas sustancias eran venenosas o no. Y eso ha salvado miles de vidas humanas. Es legítimo querer evitar el dolor, disminuyendo la intensidad y duración de los dolores, así como con técnicas bioinformáticas que permiten la simulación.

El actuar responsable del hombre en el mundo

La actividad humana está intrínsecamente unida a la naturaleza, a tal grado que para algunos ya no existen dos realidades separadas “naturaleza” y “cultura”, sino una única realidad “sociocultural”. Para entender que la transformadora actividad humana es compatible con la naturaleza basta comprender que la naturaleza es dinámica y los seres vivos están en permanente evolución.

Comentarios

Bastaría con entender que la amenaza para la vida en la Tierra (incluyendo la vida humana) no es el ser humano, sino los comportamientos explotadores que cometen los humanos.

Y eso no hay que negarlo. Los comportamientos explotadores van desde el maltrato animal y la caza por simple diversión, hasta las grandes deforestaciones para extraer petróleo y gas, pasando por el gigantesco problema del efecto invernadero (que ocasiona el calentamiento global y la aceleración del deshielo polar) por el uso masivo de automóviles y fábricas muy contaminantes.

Hay que pensar e implementar estrategias claras para cambiar los comportamientos explotadores, por otros que favorezcan a la humanidad y a la naturaleza entera. ¡Gracias a nuestra capacidad intelectual y nuestra libertad podemos proponernos este reto y lograrlo conjuntamente!

La dimensión interpersonal

El hombre es un ser que se relaciona -desde antes de su nacimiento- con otros hombres.

La intersubjetividad es constitutivo esencial del hombre

Tendemos intrínsecamente a la alteridad. Antes de que el ser humano se percate de sí mism, descubre a los demás (su madre, padre y hermanos). El fundamento de la intersubjetividad es la naturaleza humana: necesidad y abundancia del espíritu encarnado. Simultáneamente el ser humano perfecciona y es perfeccionado por los demás.

El constitutivo formal de la ontología de la persona: la relación esencial

El constitutivo formal es la relación esencial: se llama así porque no es algo accidental (sólo un mero accidente que podría perfeccionar), ni tampoco es sustancial (porque las personas no subsisten por sí mismas). Es una relación “media” que hace que el hombre esté abierto por naturaleza a los demás, pero que su existencia no dependa intrínsecamente de ellos.

La relación esencial a luz de la Trinidad: dado que el hombre está creado a imagen y semejanza de Dios, se puede hacer una analogía con Dios. Por la fe sabemos que en la Trinidad hay tres personas distintas, pero un único Dios. Allí sí es una relación que subsiste por sí misma. La Trinidad es el modelo perfecto de las comunidades y de las personas en la cual todas se aman: se donan totalmente al otro, perfeccionándolo y perfeccionándose a sí.

Interobjetivo, intersubjetivo, interpersonal

La relación interobjetiva hace referencia a la COEXISTENCIA con el mundo.
La relación intersubjetiva hace referencia a la CONVIVENCIA con “la gente”.
La relación interpersonal se refiere a la CONVIVENCIA con personas más cercanas.

La corporeidad humana

Cuerpo y corporeidad

El cuerpo es constitutivo en la individuación de la persona humana. Pero hay dos conceptos (dos posturas) que vale la pena aclarar, con el fin de formar una convicción:

Dualismo: es la posición que afirma que hay dos sustancias completas – cuerpo y alma- y que se oponen. Para algunos el cuerpo es la cárcel o la tumba del alma (que ya preexistía antes de entrar al cuerpo). Generalmente, eso hacía que se despreciara el cuerpo o se considerara una parte inferior del hombre (espiritualismo); aunque también podría generar un hedonismo y libertinaje que exalte el cuerpo ante todo (materialismo). Algunos, como Descartes, han querido ubicar la unión del cuerpo y el alma en algún lugar específico, como la glándula pineal.

Dualidad: es la postura que afirma que en el hombre hay dos sustancia -cuerpo y alma- pero que están incompletas y que se complementan mutuamente Según el hilemorfismo aristotélico, el alma (forma) informa al cuerpo (materia) en su totalidad. Esta postura la afirma Aristóteles, Sto Tomás, los escolásticos y los personalistas. La unión no se da en un lugar específico, sino en todo el cuerpo. Por eso somos espíritu encarnado. Se da la dualidad, pero conforma una unidad total. El hombre no se entiende (de hecho, no existe) sin cuerpo o sin alma. Por eso mismo es que la resurrección natural es algo que exige la permanencia de esta perfección uni-dual.

Lo que resulta razonable y coherente con la persona humana es la dualidad en la unidad. No rebaja nada, ni exalta nada. Da lugar a una valorización de ambas sustancias, el cuerpo entendido desde el espíritu y el espíritu que se encarna. Esta valorización lleva a querer desarrollarlo y perfeccionarlo con la ayuda de Dios, en la relación con los demás, en el cuidado de la naturaleza, al forjar el propio proyecto de vida.

La espacialidad-la temporalidad: el ser en el mundo

El cuerpo hace al hombre un ser espacial, que se mueve por la geografía terrestre. Y simultáneamente, el cuerpo hace al hombre un ser temporal, que se mueve en la historia.

La primera realidad temporal es el ahora. A partir del ahora se constituye el antes (pasado) y el después (futuro). El animal sólo tiene sensaciones actuales. El hombre se percibe, recuerda, se proyecta al futuro y tiene esperanza, incluso más allá de la muerte.

El cuerpo humano está sujeto a procesos físico-químico-biológicos y sus actividades racionales y espirituales se desarrollan en una unidad psico-física. Nace, crece, se desarrolla en el mundo.

Espíritu encarnado

La antropología contemporánea considera insuficiente el tener un cuerpo. La persona experimenta tan íntimamente su cuerpo al grado de identificarse con él: “yo soy mi cuerpo”.

Ciertamente el cuerpo es la condición indispensable para poder habitar en el mundo y vivir la vida. Además, el cuerpo participa en la realización del espíritu.

Pero tengo conciencia de mi propio existir y de mi identidad, a pesar de los posibles cambios corporales. Así, la persona humana es “espíritu encarnado” abierto a un horizonte vertical.

Corporeidad y valor moral

La corporeidad no es extrínseca a la moral. Todos los actos del hombre tienen un aspecto corporal y otro espiritual. No podemos considerar nuestro cuerpo como un instrumento o un objeto. La libertad hacia nuestro cuerpo y el de los demás encuentra sus límites en la exigencia fundamental del respeto y el ejercicio del bien. Esto aún sin entrar a cuestión religiosa alguna.

Corporeidad y cristianismo

La Revelación cristiana nos muestra la grandeza y los límites del cuerpo humano:

Creatura: a imagen de Dios, tanto a nivel esencial (uni-dual), como funcional (cuidado transformador).
Pecadora: por la tentación del maligno y de la inclinación al pecado. Todos compartimos ese veneno mortal.
Redimida: gracias a la Encarnación, Muerte y Resurrección de Jesucristo por mí y por toda la humanidad.

El compromiso del cristiano es vivir la vida con su auténtica grandeza: disfrutando y cuidando toda la creación natural; cultivando las cualidades físicas, intelectuales, artísticas, que nos ha dado; ejercitando las virtudes; amando a Dios en los hermanos.

La sexualidad humana

Simplemente no se puede entender a la persona humana sin la sexualidad. La sexualidad es tan constitutiva de la persona que no se puede entender a una persona sin la noción de varón o mujer.

Diversidad sexual

La dualidad sexual hace referencia a que la naturaleza humana siempre y solamente se da en dos modos: modo masculino y modo femenino. No hay más, no hay intermedios. Es un dato fundamental que se constata en la realidad.

El sexo biológico (o físico) es el que determina el sexo de la persona, pero no sólo por un factor, sino múltiples: lo cromosómico (del cual se desprenden todos los demás factores y que se determina por la ausencia o presencia de “cromosoma Y” en el último par de cromosomas: XX para la mujer y XY para el varón), lo gonádico (las gónadas que producen las células sexuales: testículos (espermatozoides) en el varón y ovarios (óvulos) en la mujer), lo genital (órganos reproductores: pene en el varón y vagina en la mujer), lo ductual (los demás “órganos” que facilitan lo reproductor: epidídimo, conducto deferente, próstata en el varón y trompas de Falopio, vulva en la mujer), lo hormonal (testosterona en el varón y progesterona y estrógenos en la mujer), lo morfológico (más vello, más altura, más fuerza en el varón; y crecimiento de caderas y senos en la mujer) y lo fisiológico (un metabolismo basal constante en la mujer y más variable en el hombre). Dice Carrell que todas las células se ven impregnadas por el sexo, absolutamente todo el cuerpo se diferencia.

El sexo psíquico es la tendencia que tiene la persona hacia la identificación con un sexo, lo que ella quiere y desea ser. Tiene que ver con los roles y conductas que se adoptan en cada uno. Ciertamente los grupos sociales y la cultura influyen mucho en la consolidación de la identidad sexual. Sin embargo, la cultura no hace madres, tampoco hace padres. La capacidad para procrear está determinada por la biología.

A pesar de que durante épocas anteriores, generalmente los varones se posicionaron como “más importantes” que las mujeres por el siempre hecho de tener cromosomas XY, la reacción feminista y LGBTQ+ en donde el género es una mera construcción sociocultural ha imposibilitado la valoración más real y retadora de la complementariedad, donde el modo femenino complementa y es complementado por el masculino. Así, sus diferencias se perfeccionan mutuamente.

La especificidad de la sexualidad humana

La Antropología de la sexualidad humana hace referencia a que vale la pena un estudio más serio y más completo acerca de esta dimensión de la persona humana, que en no pocas ocasiones se ha desdeñado. Comprender al hombre desde este aspecto, es muy esclarecedor, pues cierta es la frase de Nietzsche “la sexualidad penetra hasta lo más alto del espíritu humano”.

Diferencias específicas entre ambos sexos, que no quiere decir que las tenga únicamente un sexo o el otro, sino que hay una diferencia notable en la intensidad y modalidad de tales manifestaciones (cabe recordar que hay notables diferencias entre los individuos):

La mujer es más sensible que el hombre: siente más rápida y fácilmente (tanto a sí misma como a los demás), tiende a ser comprensiva. También por esto se debe el tiempo y esfuerzo que le dedican al embellecimiento de su cuerpo y su alrededor.
La mujer es más emotiva que el hombre: la mujer tiende a manifestar lo que está sintiendo (sonríe, llora, ríe). También le lleva a demostrar su cariño y afecto.
La inteligencia de la mujer es más intuitiva: no necesita de largos y complejos razonamientos (como le pasa más al hombre). Ella capta enseguida y fácilmente.

El modo masculino y el modo femenino tienen algunas cualidades específicas que los hacen más capaces de asumir, no un “rol actoral”, sino una “vocación propia”. La mujer a la maternidad y el varón a la paternidad. Más que querer eliminar estas distinciones, hay que esforzarse es en superar la discriminación y violencia que esto pueda generar.
Con las anteriores distinciones podemos confirmar que ¡la mujer no es igual al varón! ¡Ambos son muy diferentes entre sí! Hay tremendas diferencias anatómicas, fisiológicas, psicológicas. Sin embargo, ello no quiere decir que alguno de los dos tenga supremacía sobre el otro. Todo lo contrario, ¡tanto mujer como varón tienen igual dignidad y tienen los mismos derechos! Hay que afirmarlo y defenderlo con fuerza. En el varón y la mujer se encuentra una igualdad en la dignidad y una maravilla en la complementariedad.

Más allá de la genitalidad: tener sexualidad, más bien, ser sexuado es más que efectuar relaciones sexuales. Este es caso de Cristo, los célibes y las vírgenes que viven su sexualidad, sin tener relaciones genitales. Y ello porque el elemento esencial de la sexualidad no es la genitalidad, sino la relacionalidad. La relacionalidad es lo que nos hace personas, a semejanza de la Trinidad. Y la relacionalidad más que un mero contacto con las demás personas, es ante todo apertura, descubrimiento, encuentro, diálogo, entrega, donación. Entonces, ser sexuado es diferente a tener una vida sexual. Entonces ¿cómo se vive plenamente la sexualidad? Se vive en la mutua complementación entre ambos sexos, no con los genitales, sino con el uso de sus más altas facultades (inteligencia y voluntad) para perfeccionar al otro y perfeccionarse a sí mismos.

La castidad, la he puesto hasta el final precisamente porque ella es la que nos dice cómo se debería vivir la sexualidad aquí en esta vida: con perfección, como se vivirá en el más allá. La sexualidad, al hacer parte de la perfección de la persona humana, estará presente en la otra vida (lo explica San Agustín y Santo Tomás). Cristo al encarnarse también asumió la sexualidad en el modo masculino. Él es modelo perfecto del ser sexuado.

Comentarios generales

Sin duda ha sido fruto de años de trabajo: la lectura y estudio de numerosos autores, la reflexión del autor, la constatación con la realidad… Sin embargo, me surgen dos interrogantes: primera, ¿este libro es un tratado de antropología filosófica o antropología teológica, propiamente cuál es su objeto formal? Porque hace mención sobre todo de argumentos de la razón, pero también cita a santos, a Papas, al mismo Catecismo de lglesia Católica. Y segunda, ¿dónde queda la dimensión afectiva de la persona humana? Porque menciona todas las demás y dice algo de los sentimientos y afectos a lo largo de algunos capítulos, pero considero que esto constituye como tal una dimensión más y que sin eso no se puede entender muchas de las decisiones y comportamientos de las personas.

Además, haría tres recomendaciones: primera, que a todos los autores los analice con el mismo grado de objetividad, que en ningún caso se ponga a favor o en contra de alguno (a menos que lo diga explícitamente y como una mera opinión); y segunda, que al tratar todo el libro sobre la persona humana, sería conveniente aclarar algunos términos (y diferenciarlos) para evitar ambigüedades, como: naturaleza humana, condición humana, esencia humana, sustancia humana, existencia humana, racionalidad y voluntad humanas, alma y espíritu; y tercera, que sería bueno traducir las frases en otro idioma (latín, alemán, italiano), no quiero decir que las cambie, sino que se haga una nota al pie y abajo se traduzca la frase.

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