Los años en el piso fueron muy felices. El piso es un regalo de Dios que me motivó y me sigue motivando a entregarme al máximo cada día a las actividades que tengo que realizar, haciéndolo todo con amor a Dios, a los demás y a mí mismo.
La relación con los demás fue muy buena. Empecé a tener una sincera amistad con el P. EMV, Leonardo, Joaquín, José, Pepe, Germán y Miguel.
La finalidad del piso es formar hombres auténticos y cristianos verdaderos que ayuden a cambiar las realidades temporales según Dios. Para ello se fomenta el amor al estudio, al trabajo y al servicio; la sana amistad y convivencia; y la reflexión y oración diaria para el encuentro con Jesús.
Los amigos de esta casa tenemos el mismo ideal: SER SANTOS. Pero es un ideal que se tiene que evidenciar en la decisión de cada momento. A pesar de que se piense que Dios quita algo de nuestra vida, en realidad nos lo da TODO.
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De una carta a mis papás en abril 2019:
Hace ocho días fuimos de excursión. Hicimos un recorrido por la laguna de Guatavita, guiados por un líder de la comunidad muisca que sabía mucho. Después tuvimos una reunión entre nosotros y compartimos varias de las cosas que nos dijo el indio muisca. Nos dijo que quien iba a ser el futuro cacique debía pasar 9 años viviendo apartado (en una cueva), comiendo muy sencillamente (sin azúcar ni sal). Por las noches aprendía de su cultura y distintos oficios. La prueba final era cuidar el fuego durante 3 días y 3 noches. No tenía que dejar que se apagara y le ponían tentaciones (chicas atractivas) para que dejara el fuego. Si él se dejaba llevar, era considerado débil y lo expulsaban de la comunidad.
Comentábamos que estos años apartados, “escondidos”, aprendiendo mucho y forjando la voluntad son estos años en el piso. Las tentaciones no serán sólo sensuales, sino de muchos tipos (en especial de pereza y soberbia). El fuego es Jesús. No debemos dejar que se apague. No seremos caciques en un futuro. Pero sí guías de otros. Por eso debemos formarnos muy bien. Y el plan del piso es para eso: FORMARSE.
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De una carta a mis papás en marzo 2020:
Les voy a contar sobre una excursión que tuvo lugar hace unas semanas. Fuimos a los Farallones de Sutatausa. Llegamos a casa como a las 10.30 pm.
Reflexiones principales:
No es bueno irse solo. Se asusta uno y asusta a los demás. Mi actitud constante es la de ir solo. Me encanta lanzarme a conocer si se puede o no continuar por un camino.
Mi liderazgo no es de estar gritando “vamos de aquí a allá”, sino que me adelanto y grito “por acá sí o por acá no”. Espero a que lleguen algunos (no todos) y comienzo a caminar de nuevo.
Mis amigos me siguieron porque son obedientes y sacrificados. Otros se hubieran rebelado.
Me preguntaban ¿cómo podía estar aquí y allá tan rápido?
La verdad no lo sé. Lo veo normal en mí. Yo creo que algo tiene que ver la genética: mi abuelo se pasó su vida en el monte. Y a mí me gusta el monte 😊
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Reflexiones adicionales:
La vida humana podríamos compararla con la geografía: tiene planicies, cumbres y depresiones. Las cumbres llaman la atención. Las cumbres que tienen más interesados son el dinero, la fama, el placer y el poder. La gente empieza a subir desesperada por esas cumbres. Es relativamente sencillo ascender por ahí. Hay momentos en que para que pase uno, tiene que lanzar al vacío a otro(s). A veces uno es lanzado por otros. O se cae por ingenuo. Es una lucha feroz. Los que llegan arriba nunca ayudan a los de abajo. No quieren salir del “palacio” que se han construido en la cima.
Hay una cumbre muchísimo más alta. De hecho, la cima está cubierta por una nube. Esta cumbre no tiene tantos interesados. Se llama santidad. Al principio hay muchos animados, pero como el camino es difícil, retroceden o se regresan. Lo difícil aquí es que tiene que hacerse una transformación interna que implica dejar la mediocridad, cumplir fielmente el deber y renunciar a la propia voluntad, tratar con amor a amigos y enemigos. Los medios para reconocer y superar los obstáculos son la reflexión, oración, sacrificio, amistad, diálogo y obediencia. Cada uno tiene su camino particular y sus tiempos. Algunos con mucha fe, oración y disponibilidad pueden adelantar mucho camino en poco tiempo.
No sabemos bien cómo es la cima. Pero sabemos cómo son las personas que han llegado a la cima, pues han bajado a ayudar a muchos otros a llegar allá. Los santos se dan cuenta que el amor a Jesús se realiza en el servicio a los demás, por eso los santos son los más grandes transformadores sociales. ¿Queremos llegar a la cumbre? Manos a la obra.