Economía colombiana en el siglo XIX

“El siglo XIX fue una larga y penosa transición al capitalismo en Colombia” Ocampo (1988).

La guerra de independencia en Colombia comenzó en 1810 y duró hasta 1819. No obstante, la inestabilidad continuó durante más décadas. Las instituciones implantadas por los colonizadores españoles habían seguido una lógica de extracción y apropiación de la riqueza por parte de una pequeña élite. Una vez reemplazada la élite colonial, no había claridad sobre el modo de organización política y económica que debía adoptar el país.

Safford y Palacios (2002) advierten que la configuración territorial, política y económica de la actual Colombia, durante el periodo de 1819 a 1903, se caracterizó por la inestabilidad. Según Robinson y Acemoglu (2012), las instituciones extractivas pueden generar, en el peor de los casos, inestabilidad y violencia. De este modo, podemos inferir que en el país perduraron las instituciones extractivas, pese a que se había obtenido la independencia de España.

La economía de la Gran Colombia y posteriormente de la Nueva Granada, se caracterizaba por arrastrar la organización colonial en torno a la posesión, distribución y uso de los factores productivos (tierra, capital y trabajo). Gracias a las reformas liberales, poco a poco se fue transitando hacia una organización económica capitalista un poco más diversificada, donde el mercado (tanto interno, como externo) jugaba paulatinamente un rol mayor.

A continuación, se analizará el cambio institucional de la inserción de Colombia, como país independiente, en la economía internacional a la luz del marco teórico del capitalismo periférico propuesto por Raúl Prebisch (1981) y seguido por José Antonio Ocampo (1988). Según esta perspectiva, en el capitalismo hay unas relaciones entre el centro (que se industrializa y diversifica) y la periferia (que se queda rezagada).

García Isaza (1998) enuncia que el análisis de la inserción a la periferia capitalista ha tenido dos líneas básicas de interpretación: el enfoque estándar-ricardiano (patrones de especialización basados en dotaciones factoriales y ventajas comparativas) y el enfoque estructuralista-dependentista (especialización de la periferia determinada por las opciones que le ofrece el capitalismo central).

El proceso de apertura comercial, que inició en 1820, con Inglaterra, Francia y EUA, tenía una lógica de autonomía: dejar de depender de España. Quienes estaban a cargo de la política económica coincidían en la necesidad de la apertura comercial. “La expansión exportadora que era concebida como la única forma factible de desarrollo. (…) El comercio exterior ofrecía indudablemente una ventaja: permitía que se diera un paso a una red mercantil más extensa sin alterar las relaciones de producción internas.” (Ocampo, 1988). No obstante, había grandes diferencias en el grado de la apertura, especialmente hubo discrepancias en el nivel de arancel, que se fijaba conforme a las necesidades fiscales más que como una política para proteger/fomentar ciertos sectores.

A pesar de la errática política de subir y bajar aranceles continuamente, el patrón de exportaciones logró cambiar. Ocampo (1988) muestra que el oro que representaba el 75% de las exportaciones en 1835 y fue desplazado gradualmente por otros productos primarios, como el tabaco, la quina y el café. Así, observamos que la economía de Colombia independiente no difería mucho de la Colombia colonial. Se seguía explotando en forma extensiva los recursos naturales, con poco valor agregado. Vale la pena leer la posición del político y economista Florentino González, impulsor de varias reformas liberales, quien afirmaba:

“En un país rico en minas y productos agrícolas, que pueden alimentar un comercio de exportación considerable y provechosa, no deben las leyes propender a fomentar industrias que distraigan a los habitantes de las ocupaciones de la agricultura y la minería, de que pueden sacar más ventajas” (en Ramos, 1986).

Sobre este aspecto, Ocampo (1988) hace la hipótesis de producción-especulación, según la cual, los inversionistas (nacionales y extranjeros) colocaban capital en la producción de las mercancías que tenían mayores precios y por tanto mejores retornos de inversión. La burguesía colombiana descubrió una forma de comportamiento empresarial, que consistía en explotar las oportunidades de ganancias extraordinarias, relacionadas con algún producto escaso en el mercado mundial. Lo que buscaban estos inversionistas no era el desarrollo del país, sino obtener ganancias a corto plazo. No se animaron a iniciar un proceso de industrialización, pues no había una lógica de construcción de nación, no tenían la certeza de que una gran inversión fuera lo suficientemente rentable y tampoco el Estado tenía la capacidad fiscal para liderar este proceso, que consistiría en incentivar y coordinar los esfuerzos del sector privado.

Lo más grave de esta dinámica de producción-especulación fue que se dejó el destino de la economía del país, a merced de los vaivenes del sector externo. Las expansiones exportadoras tenían gran fragilidad, ya que la mayoría de los casos las bonanzas llegaban pronto a su fin. De este modo, podemos decir que en la Colombia decimonónica no se consolidó una lógica de acumulación y reinversión del capital.

La orientación de la economía hacia el comercio exterior pudo haber sido el detonante del desarrollo de la infraestructura (carreteras, vías férreas, puertos). Pero no se logró, pues no había el suficiente desarrollo de mercados internos que hicieran rentables estas grandes inversiones. Así, como en un círculo vicioso, el atraso de las comunicaciones tuvo consecuencias muy importantes en el aparato productivo: aunque mejorara la productividad, el precio de las mercancías se incrementaba mucho por el alto costo del transporte.

La única región que empezó a despuntar fue Antioquia. Los empresarios antioqueños aprovecharon las condiciones locales relativamente más favorables, tales como las minas de oro (de allí se obtuvo la mitad de la producción del oro de 1810 a 1850), los mayores recursos agrícolas, la pronta transición de mano de obra esclava a fuerza laboral libre y la organización de tierra-trabajo en haciendas. Esto impulsó el desarrollo de una burguesía regional con mayor acumulación de capital, a comparación del resto del país (Palacios y Safford, 2002).

Finalmente, cabe señalar que la expansión del comercio exterior presionó poco a poco el desarrollo de los mercados de tierra, capital y trabajo en todo el país. Las reformas como la abolición de la esclavitud, la desamortización de manos muertas, la adjudicación de baldíos, el inicio de una banca civil (no eclesiástica) fueron pasos que iban marcando el rumbo hacia la consolidación de una organización económica capitalista en Colombia. Sin embargo, no sería un país capitalista como Inglaterra o Estados Unidos, sino un país insertado en la periferia capitalista mundial, con una matriz productiva primario-exportadora, dependiente de manufacturas y bienes de capital extranjeros. El reto que tenía (y sigue teniendo) la economía de este país es lograr diversificar su aparato productivo y transitar hacia la producción de bienes/servicios con alto valor agregado, que incremente el ingreso y el nivel de vida de todos los ciudadanos colombianos.

Referencias

Safford, F. y Palacios, M. (2002) Colombia: País fragmentado, sociedad dividida. Bogotá: Editorial Norma.

Ocampo, J. A. (1988). Colombia y la economía mundial 1830-1910. Bogotá: Tercer Mundo Editores.

Robinson, J. y Acemoglu D. (2012). Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Barcelona: Deusto.

Prebisch, R. (1981). Capitalismo periférico: crisis y transformación. México: Fondo de Cultura Económica.

García Isaza, J. G. (1998). “Acumulación y comercio exterior desde una perspectiva centro-periferia”, Cuadernos de Economía, Vol. XVII, No. 28, pp. 71-93.

Ramos, E. (1986). Compilación de documentos sobre estructura social rural colombiana. Bogotá: Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura.

Saffordt

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